Septiembre, mes teñido por el rojo de la sangre de los caídos.
Septiembre, el que vio desvanecerse, allá por el ’55, la experiencia de la Argentina soberana, al servicio del pueblo, desgarrada por la vileza de los apátridas, cobijados en los claustros de las curias y las iglesias.
Septiembre, el que acabó con el sueño socialista del compañero Salvador Allende y de todo el pueblo chileno.
Septiembre, el mes que nos toca a los jóvenes, por un lado, por la memoria, ya que es imposible olvidar a los compañeros desaparecidos de la UES de La Plata, en ese episodio trágico de nuestra historia, conocido como la Noche de los Lápices; y por otro, por el reflorecimiento, la primavera, el fervor de los estudiantes que hoy somos nosotros, pero que ayer también lo fueron los pibes que desaparecieron y torturaron en el Pozo de Bánfield.
En este mes, recargado por la intensidad de la historia, una breve reseña de lo que significó la emblemática marcha de los estudiantes, a 34 años de La Noche de los Lápices.
En medio del conflicto que ya le causó más de un dolor de cabeza al jefe porteño, Macri Jr., los estudiantes secundarios de la Ciudad de Buenos Aires que reclaman por el estado edilicio de sus escuelas –hace ya varios años, recordemos los estudiantazos del 2005, 2007 y las tomas de diversos establecimientos educativos en 2008 y 2009-, han sido los protagonistas de una jornada de movilización que sigue haciendo eco por las calles de la ciudad. Es que los secundarios, los jóvenes que hoy marchan junto a sus mayores, esos otros jóvenes de ayer que fueron protagonistas y víctimas, al mismo tiempo, de los años más oscuros de nuestra historia, han sabido aunar, en esta fecha, el reclamo por la educación pública, ese tesoro preciado, que más allá de las imperfecciones y los intentos por destruirla que hacen -y han hecho- las gestiones privatizadoras, es un ícono y un ejemplo para el mundo entero.
En este 16, la convocatoria fue abrumadora. Aquí, en la Capital, y en el resto del país: Neuquén, Bariloche, San Miguel de Tucumán, Rosario, Resistencia, Córdoba, entre otras ciudades. Miles y miles de jóvenes, adultos, ancianos y familias han entendido que el mensaje y el legado que perpetúa la lucha de esos 10 adolescentes que pelearon por un boleto estudiantil, por una educación pública y por un mundo distinto, aún hoy sigue vigente y es menester defender esos reclamos. Y el contexto de la coyuntura actual ha sido determinante. Decenas de escuelas tomadas en toda la Capital Federal. Miles de estudiantes secundarios dando el ejemplo loable de organización, de lucha y determinación, en reclamo por un derecho básico: el de poder estudiar dignamente.
No han faltado en todo este proceso -que ya lleva casi dos meses y aún continúa- los Bullrich, los Macri, los Feinmann (hablo del podri de Eduardo, claro) y toda esa tropa de retrógradas, responsables de la precariedad de las escuelas, que han salido con sus caballitos de batalla a argumentar, tristemente, fundamentos que, a todas luces, resultaron bastante inconsistentes a la hora de ser discutidos, no en una Legislatura o en cualquier recinto legislativo, sino, simplemente, en un aula. Eso demuestra la incapacidad, la ineptitud, la flaqueza de quienes gobiernan corporativamente la ciudad.
Sin embargo, los estudiantes han sabido ganar espacios dentro de la opinión pública. Han sabido sumar adhesiones entre los docentes que fueron al paro, los padres que salieron a apoyarlos y mismo entre otros estudiantes que ya hoy han dejado su huella en la secundaria. Los universitarios también se han sumado a la ola de reclamos en pos de rescatar alguna cámara o una tapa de diario que apunte también a la situación deficitaria que vive la Universidad de Buenos Aires. Eso sí, se han confundido con los argumentos reduccionistas, pero en fin, eso es motivo de otra nota; aquí los protagonistas son otros.
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"Los lápices siguen escribiendo",
le escracharon los secundarios a Macri |
Ante la falta de justificativos, la evidencia en vista de todos -¿quién no ha pasado por algún colegio y se habrá lamentado por el estado de los edificios, tan bellos antaño, tan roídos en el presente?- y la fuerza de un movimiento secundario implacable, los funcionarios PRO han tenido que recurrir a la persecución, a la censura, al castigo. Eso sí que es abuso del poder estatal. Eso sí que es lamentable, por parte de nuestros gobernantes, quienes ante su incapacidad e inoperancia, no saben responder más que con la coacción mediática. Han buscado amenazar a los estudiantes con la extensión de las clases y han fracasado. Han intentado acallar a los docentes por sus paros y lo han hecho en vano. Hasta han querido incriminar a los estudiantes en lucha con denuncias ante la ley y fueron repudiados. Han mentido con sus obras. Ya les llegará la boleta.La marcha por la Noche de los Lápices despierta entre los jóvenes –los actuales y los pasados- un sentimiento de vuelta a las calles, a la lucha, a levantar las banderas, como dijo nuestra presidenta la semana pasada en el Luna Park. Es una fecha de memoria que se tiñe y revive, en cada unísono por la educación pública, las almas de los caídos en rebelión.