Entre los gestos ocasionados por la inesperada muerte de una persona, en nuestro imaginario aparecen como la cumbre de lo inapropiado alimentos como la risa, la mueca, el chiste macabro, el escupitajo al cajón o el silencio. Ajustado al cínico, al repulsivo, al inadaptado, es el reflejo que corresponde al monstruo. Nunca mejor la frase que Cortázar recuerda no se dónde de unos de sus compañeros de colegio: “¡Qué risa, todos lloraban!”.
Cuando muere aquel creído por sus contemporáneos como un ser casi memorable, nace, cabalgando junto a la confusión que ya deja su recuerdo –siempre parcialmente organizado, siempre cósmico-, el intento de componer la cadencia del mito con su condimento necesario: la exaltación virtuosa, melodía previsible. Opera por debajo, entre todos, y esencialmente, por sobre nuestro, el hambre por saltar fuera-delocotidiano y morder aunque sea una pizca de sorpresa. Nunca se aceptaría, pero es la ocasión para convencernos de que, después de todo, algunas vidas pueden ser trascendentes. ¡Y nosotros somos partícipes! Lejos de predicar egoísmo, incluso sus más descarados enemigos le conceden el título noble al difunto, sin recelo, con gusto. Practicar la ceremonia civil del último adiós es casi masturbarse, relamer la herida de la propia miseria, pero somos libidinosos: entonces se planean discursos aceptables, muecas notorias, lágrimas a tono y comentarios sulfurosos, de esos que corroen para el ricordo. Y nuestra época –o los noticieros de una época- llama manifestación popular espontánea a un fenómeno material predecible.
Cuando uno asiste a semejante parafernalia en Plaza de un Mes Cualquiera, comprende por qué la Historia es magnánima en el relato de los hechos. Pero no es culpa de los historiadores, que, pretendiendo sentido común y buen gusto, se ponen a tono y se visten parejos a la sabiduría de su tiempo. Los hombres son, dice Emerson, representantes de cosas, y por último, de ideas. Ha muerto la persona y de sus restos, de su natural descomposición, haremos entre todos el esfuerzo –voluntario o involuntario- para que se surja el personaje. El tiempo hará que se imponga. Será caricatura vista en clave de prócer, macho beta de un partido idealista, vástago de una generación alocada y muy seria al mismo tiempo; en las clases de cuarto grado –si los hechos son favorables- se dictará en su biografía el atributo de haber sido “canalizador de los sentires y decires de un tiempo sin mayor portavoz” y los chicos copiarán estas palabras en forma mecánica, poco alucinados, un poco aburridos; se estudiará su biografía como se recorre la historia natural de los minerales, o como se argumenta la evolución pausada de la jirafa. Con el debido respeto y con las mismas ganas. Escribo sobre el tema como lo hago cuando estoy indignado porque me salieron mal unos huevos fritos, o como cuando pago por ver una película que no vale ni la energía para proyectarla, y encima después la recomiendo. Escribo porque para muchas desgracias, es mi oficio, aunque no se note y lo haga mal y como un torpe. Qué locura hubiese sido fumarse un porro con él, que era un tipo macanudo ¿No? Si era falopero o ladrón, oportunista o visionario, no me importa. Emblema de un modo necesario al paquete tecnológico que nos acosa, se convirtió en fenómeno gracias a su imagen, sus discursos y el timonazo a cierto tipo de política tradicional para caer en la política de la sensatez. Su retrato, unido con plasticola-tiempo a la imagen del nono venerado es ahora el gran recurso para el resurgimiento del hoy de luto espíritu militante. Como en las novelas de Kafka –donde el ambiente es deliberadamente gris y sabe a burocracia y a tedio- el nombre se resume a una letra. Letra que nos ha devuelto la esperanza: la política seguirá por un tiempo siendo objeto de un grupúsculo tendencioso que, en caso de promover políticas favorables al pueblo, deberá ser adorado y defendido con el cuerpo hasta las últimas consecuencias. Así opera el poder político en la esfera discursiva del promotor: nos exige entregar hasta la carne. Ellos, en tanto, transitan como minusválidos en autos aviones jets, y si es que caminan, lo hacen escoltados por 40 hombres-monos. En caso de tocar a la gente que los rodea lo hacen como el párroco bendice a sus fieles, con ese condimento de sentencia-momentodelarevelación.
Como en las novelas de Kafka –donde el ambiente es deliberadamente gris y sabe a burocracia y a tedio- el nombre se resume a una letra. Letra que nos ha devuelto la esperanza: la política seguirá por un tiempo siendo objeto de un grupúsculo tendencioso que, en caso de promover políticas favorables al pueblo, deberá ser adorado y defendido con el cuerpo hasta las últimas consecuencias. Así opera el poder político en la esfera discursiva del promotor: nos exige entregar hasta la carne. Ellos, en tanto, transitan como minusválidos en autos aviones jets, y si es que caminan, lo hacen escoltados por 40 hombres-monos. En caso de tocar a la gente que los rodea lo hacen como el párroco bendice a sus fieles, con ese condimento de sentencia-momentodelarevelación. Tu muerte, K., tendrá un efecto excitante en un sentido, adormecedor en otro. Elevará el tumulto y la discusión de café, buena movilización en las calles; anestesiará la sana expectativa de que la política no caiga solo en la tibia adhesión a las propuestas de un tirano o un benévolo –sombra que crece en Latinoamérica-, sino que se transforme lentamente en una construcción que comience por nuestro espacio más cercano, fuego que también arde en Latinoamérica-. Pero un ídolo ocupa siempre más espacio que una persona que arroja 0 entradas en google, aunque mida menos y pese lo mismo. Es el efecto de un egoísmo bien ubicado. Para el gran sociólogo, el buen periodista, el académico de la universidad concienzudo, embajadores todos ellos en el edificio varieté de la cultura oficial o del sentido común de turno, estas palabras probablemente serán ingenuas. ¿Importa? Iba a decir que le tiempo me dará algún tipo de razón. Pero no, a los idiotas se les conceden muchas cosas –como certificados de discapacidad mental, por ejemplo-, pero la razón nunca: y después de todo, para eso se escribe la historia. Así están dispuestas las cartas: el basto no hace envido con la espada, y se te cantan turco te vas al mazo. Pater finado, yo te agradezco: devueltos los medios para la salvación, ya somos un poco más libres. Nuestra salvación, que es inmoral, y es económica, no queda del otro lado de la orilla: está acá cerca, es nacional, y es peronista.
Como en las novelas de Kafka –donde el ambiente es deliberadamente gris y sabe a burocracia y a tedio- el nombre se resume a una letra. Letra que nos ha devuelto la esperanza: la política seguirá por un tiempo siendo objeto de un grupúsculo tendencioso que, en caso de promover políticas favorables al pueblo, deberá ser adorado y defendido con el cuerpo hasta las últimas consecuencias. Así opera el poder político en la esfera discursiva del promotor: nos exige entregar hasta la carne. Ellos, en tanto, transitan como minusválidos en autos aviones jets, y si es que caminan, lo hacen escoltados por 40 hombres-monos. En caso de tocar a la gente que los rodea lo hacen como el párroco bendice a sus fieles, con ese condimento de sentencia-momentodelarevelación. Tu muerte, K., tendrá un efecto excitante en un sentido, adormecedor en otro. Elevará el tumulto y la discusión de café, buena movilización en las calles; anestesiará la sana expectativa de que la política no caiga solo en la tibia adhesión a las propuestas de un tirano o un benévolo –sombra que crece en Latinoamérica-, sino que se transforme lentamente en una construcción que comience por nuestro espacio más cercano, fuego que también arde en Latinoamérica-. Pero un ídolo ocupa siempre más espacio que una persona que arroja 0 entradas en google, aunque mida menos y pese lo mismo. Es el efecto de un egoísmo bien ubicado.
Para el gran sociólogo, el buen periodista, el académico de la universidad concienzudo, embajadores todos ellos en el edificio varieté de la cultura oficial o del sentido común de turno, estas palabras probablemente serán ingenuas. ¿Importa? Iba a decir que le tiempo me dará algún tipo de razón. Pero no, a los idiotas se les conceden muchas cosas –como certificados de discapacidad mental, por ejemplo-, pero la razón nunca: y después de todo, para eso se escribe la historia. Así están dispuestas las cartas: el basto no hace envido con la espada, y se te cantan turco te vas al mazo. Pater finado, yo te agradezco: devueltos los medios para la salvación, ya somos un poco más libres. Nuestra salvación, que es inmoral, y es económica, no queda del otro lado de la orilla: está acá cerca, es nacional, y es peronista.
Posdata al 18 de noviembre del 2010: Dicen que la alucinación o el delirio son datos no objetivos que se pretenden reales. Sin embargo, parecen tomar a un mono por un ángel. Y ahora que está muerto, paséandole cerca creen bañarse de la energía que le adjudican a lo poderoso en la nostalgia. La obra de teatro no tiene nombre: si unen las manos por acto reflejo ven ahí un acto de fraternidad; si mueven las patas porque crecen las hormigas somos todos partícipes de la misma peregrinación vital, motivada por algo parecido. Hay un error; no somos lo suficientemente sinceros para notarlo. Así es como eljugo personal, en contacto etéreo con el cadáver, lo conserva, y en ocasiones petrifica. La política sucia oscila entre la demanda, el coro de lamentos, la consagración o la ruina y el insulto de qué mafioso. Es un juego enfermizo, pero sus practicantes están muy sanos, y se acomodan en los sillones italianos de lo notable. Si fuese mago invocaría a Arlt para que narre crónicas de esta época picante. Incapaz de comunicar al mundo sus ideas, al hombre que está enterrado todavía le queda un soplo de energía y entonces dibuja en su cara una sonrisa irónica. Si pudiese decir algunas palabras, mi abuela me dijo que él diría: “Tanto fuego para tan poca leña”.
Me hicieron llorar... Memoria Verdad y Justicia para la generación perdida...
ResponderEliminarEs excelente la verdad
ResponderEliminarEntre los gestos ocasionados por la inesperada muerte de una persona, en nuestro imaginario aparecen como la cumbre de lo inapropiado alimentos como la risa, la mueca, el chiste macabro, el escupitajo al cajón o el silencio. Ajustado al cínico, al repulsivo, al inadaptado, es el reflejo que corresponde al monstruo. Nunca mejor la frase que Cortázar recuerda no se dónde de unos de sus compañeros de colegio: “¡Qué risa, todos lloraban!”.
ResponderEliminarCuando muere aquel creído por sus contemporáneos como un ser casi memorable, nace, cabalgando junto a la confusión que ya deja su recuerdo –siempre parcialmente organizado, siempre cósmico-, el intento de componer la cadencia del mito con su condimento necesario: la exaltación virtuosa, melodía previsible. Opera por debajo, entre todos, y esencialmente, por sobre nuestro, el hambre por saltar fuera-delocotidiano y morder aunque sea una pizca de sorpresa. Nunca se aceptaría, pero es la ocasión para convencernos de que, después de todo, algunas vidas pueden ser trascendentes. ¡Y nosotros somos partícipes! Lejos de predicar egoísmo, incluso sus más descarados enemigos le conceden el título noble al difunto, sin recelo, con gusto. Practicar la ceremonia civil del último adiós es casi masturbarse, relamer la herida de la propia miseria, pero somos libidinosos: entonces se planean discursos aceptables, muecas notorias, lágrimas a tono y comentarios sulfurosos, de esos que corroen para el ricordo. Y nuestra época –o los noticieros de una época- llama manifestación popular espontánea a un fenómeno material predecible.
Cuando uno asiste a semejante parafernalia en Plaza de un Mes Cualquiera, comprende por qué la Historia es magnánima en el relato de los hechos. Pero no es culpa de los historiadores, que, pretendiendo sentido común y buen gusto, se ponen a tono y se visten parejos a la sabiduría de su tiempo.
ResponderEliminarLos hombres son, dice Emerson, representantes de cosas, y por último, de ideas.
Ha muerto la persona y de sus restos, de su natural descomposición, haremos entre todos el esfuerzo –voluntario o involuntario- para que se surja el personaje. El tiempo hará que se imponga. Será caricatura vista en clave de prócer, macho beta de un partido idealista, vástago de una generación alocada y muy seria al mismo tiempo; en las clases de cuarto grado –si los hechos son favorables- se dictará en su biografía el atributo de haber sido “canalizador de los sentires y decires de un tiempo sin mayor portavoz” y los chicos copiarán estas palabras en forma mecánica, poco alucinados, un poco aburridos; se estudiará su biografía como se recorre la historia natural de los minerales, o como se argumenta la evolución pausada de la jirafa. Con el debido respeto y con las mismas ganas.
Escribo sobre el tema como lo hago cuando estoy indignado porque me salieron mal unos huevos fritos, o como cuando pago por ver una película que no vale ni la energía para proyectarla, y encima después la recomiendo. Escribo porque para muchas desgracias, es mi oficio, aunque no se note y lo haga mal y como un torpe.
Qué locura hubiese sido fumarse un porro con él, que era un tipo macanudo ¿No? Si era falopero o ladrón, oportunista o visionario, no me importa. Emblema de un modo necesario al paquete tecnológico que nos acosa, se convirtió en fenómeno gracias a su imagen, sus discursos y el timonazo a cierto tipo de política tradicional para caer en la política de la sensatez. Su retrato, unido con plasticola-tiempo a la imagen del nono venerado es ahora el gran recurso para el resurgimiento del hoy de luto espíritu militante.
Como en las novelas de Kafka –donde el ambiente es deliberadamente gris y sabe a burocracia y a tedio- el nombre se resume a una letra. Letra que nos ha devuelto la esperanza: la política seguirá por un tiempo siendo objeto de un grupúsculo tendencioso que, en caso de promover políticas favorables al pueblo, deberá ser adorado y defendido con el cuerpo hasta las últimas consecuencias. Así opera el poder político en la esfera discursiva del promotor: nos exige entregar hasta la carne. Ellos, en tanto, transitan como minusválidos en autos aviones jets, y si es que caminan, lo hacen escoltados por 40 hombres-monos. En caso de tocar a la gente que los rodea lo hacen como el párroco bendice a sus fieles, con ese condimento de sentencia-momentodelarevelación.
Como en las novelas de Kafka –donde el ambiente es deliberadamente gris y sabe a burocracia y a tedio- el nombre se resume a una letra. Letra que nos ha devuelto la esperanza: la política seguirá por un tiempo siendo objeto de un grupúsculo tendencioso que, en caso de promover políticas favorables al pueblo, deberá ser adorado y defendido con el cuerpo hasta las últimas consecuencias. Así opera el poder político en la esfera discursiva del promotor: nos exige entregar hasta la carne. Ellos, en tanto, transitan como minusválidos en autos aviones jets, y si es que caminan, lo hacen escoltados por 40 hombres-monos. En caso de tocar a la gente que los rodea lo hacen como el párroco bendice a sus fieles, con ese condimento de sentencia-momentodelarevelación.
ResponderEliminarTu muerte, K., tendrá un efecto excitante en un sentido, adormecedor en otro. Elevará el tumulto y la discusión de café, buena movilización en las calles; anestesiará la sana expectativa de que la política no caiga solo en la tibia adhesión a las propuestas de un tirano o un benévolo –sombra que crece en Latinoamérica-, sino que se transforme lentamente en una construcción que comience por nuestro espacio más cercano, fuego que también arde en Latinoamérica-. Pero un ídolo ocupa siempre más espacio que una persona que arroja 0 entradas en google, aunque mida menos y pese lo mismo. Es el efecto de un egoísmo bien ubicado.
Para el gran sociólogo, el buen periodista, el académico de la universidad concienzudo, embajadores todos ellos en el edificio varieté de la cultura oficial o del sentido común de turno, estas palabras probablemente serán ingenuas. ¿Importa? Iba a decir que le tiempo me dará algún tipo de razón. Pero no, a los idiotas se les conceden muchas cosas –como certificados de discapacidad mental, por ejemplo-, pero la razón nunca: y después de todo, para eso se escribe la historia.
Así están dispuestas las cartas: el basto no hace envido con la espada, y se te cantan turco te vas al mazo.
Pater finado, yo te agradezco: devueltos los medios para la salvación, ya somos un poco más libres. Nuestra salvación, que es inmoral, y es económica, no queda del otro lado de la orilla: está acá cerca, es nacional, y es peronista.
Como en las novelas de Kafka –donde el ambiente es deliberadamente gris y sabe a burocracia y a tedio- el nombre se resume a una letra. Letra que nos ha devuelto la esperanza: la política seguirá por un tiempo siendo objeto de un grupúsculo tendencioso que, en caso de promover políticas favorables al pueblo, deberá ser adorado y defendido con el cuerpo hasta las últimas consecuencias. Así opera el poder político en la esfera discursiva del promotor: nos exige entregar hasta la carne. Ellos, en tanto, transitan como minusválidos en autos aviones jets, y si es que caminan, lo hacen escoltados por 40 hombres-monos. En caso de tocar a la gente que los rodea lo hacen como el párroco bendice a sus fieles, con ese condimento de sentencia-momentodelarevelación.
ResponderEliminarTu muerte, K., tendrá un efecto excitante en un sentido, adormecedor en otro. Elevará el tumulto y la discusión de café, buena movilización en las calles; anestesiará la sana expectativa de que la política no caiga solo en la tibia adhesión a las propuestas de un tirano o un benévolo –sombra que crece en Latinoamérica-, sino que se transforme lentamente en una construcción que comience por nuestro espacio más cercano, fuego que también arde en Latinoamérica-. Pero un ídolo ocupa siempre más espacio que una persona que arroja 0 entradas en google, aunque mida menos y pese lo mismo. Es el efecto de un egoísmo bien ubicado.
Para el gran sociólogo, el buen periodista, el académico de la universidad concienzudo, embajadores todos ellos en el edificio varieté de la cultura oficial o del sentido común de turno, estas palabras probablemente serán ingenuas. ¿Importa? Iba a decir que le tiempo me dará algún tipo de razón. Pero no, a los idiotas se les conceden muchas cosas –como certificados de discapacidad mental, por ejemplo-, pero la razón nunca: y después de todo, para eso se escribe la historia.
ResponderEliminarAsí están dispuestas las cartas: el basto no hace envido con la espada, y se te cantan turco te vas al mazo.
Pater finado, yo te agradezco: devueltos los medios para la salvación, ya somos un poco más libres. Nuestra salvación, que es inmoral, y es económica, no queda del otro lado de la orilla: está acá cerca, es nacional, y es peronista.
Posdata al 18 de noviembre del 2010:
Dicen que la alucinación o el delirio son datos no objetivos que se pretenden reales. Sin embargo, parecen tomar a un mono por un ángel. Y ahora que está muerto, paséandole cerca creen bañarse de la energía que le adjudican a lo poderoso en la nostalgia. La obra de teatro no tiene nombre: si unen las manos por acto reflejo ven ahí un acto de fraternidad; si mueven las patas porque crecen las hormigas somos todos partícipes de la misma peregrinación vital, motivada por algo parecido.
Hay un error; no somos lo suficientemente sinceros para notarlo. Así es como eljugo personal, en contacto etéreo con el cadáver, lo conserva, y en ocasiones petrifica.
La política sucia oscila entre la demanda, el coro de lamentos, la consagración o la ruina y el insulto de qué mafioso. Es un juego enfermizo, pero sus practicantes están muy sanos, y se acomodan en los sillones italianos de lo notable. Si fuese mago invocaría a Arlt para que narre crónicas de esta época picante. Incapaz de comunicar al mundo sus ideas, al hombre que está enterrado todavía le queda un soplo de energía y entonces dibuja en su cara una sonrisa irónica. Si pudiese decir algunas palabras, mi abuela me dijo que él diría: “Tanto fuego para tan poca leña”.
mi abuela me contagia, perdonen la boludez.
ResponderEliminaraguante el pj,