30 ago 2010

Entre bajadas de línea y subidas de bandera

La viuda de David Graiver, "el banquero de los Montoneros", hoy dio su primer testimonio en vivo por televisión. Lidia Papaleo eligió como espacio para hacer su primera intervención televisiva, el programa que hoy inauguró la voz del periodismo independiente (sin comillas), el eco del barrilete cósmico, Víctor Hugo Morales. "Bajada de Línea" es el nombre que lleva, paradójicamente, este nuevo ciclo iniciado por Víctor Hugo, cuya propuesta ronda entre invitados cibernéticos por Twitter, seriedad periodística, cierto halo de picardía irónica, la voz inconfundible del caballero de la mesa redonda y las piernas de Julieta Camaño, hermosa e inteligentísima periodista en pleno ascenso profesional.
Realmente es ambicioso el proyecto que da inicio a su existencia haciendo en vivo un mano a mano con la figura mediática del momento, cuyo testimonio ha sido guardado por tantos años y, finalmente, hoy está copando la mayoría de los espacios de la agenda pública. 
Resulta interesante, también, ver cuál ha sido la combinación de notas que decidió conjugar Víctor Hugo para su primer emisión: el caso Noble y el problema del ADN, la despenalización del aborto y, como frutilla del postre, obviamente, la entrevista con Papaleo. Digo interesante ya que en el caso de la primer y la última nota, ambas están vinculadas con un mismo enemigo, Clarín, claro que sí. Ahora, respecto a la problemática del aborto fue un tanto sobresaltado el modo en que el conductor saltó a criticar al gobierno por no hacer del tema un asunto de prioridad en la agenda del debate actual. Luego de definirse como profundamente católico, pero crítico de la institución eclesiástica, Morales intentó delimitar su posicionamiento político respecto al gobierno en una jugada, tal vez, persuasiva para con el público o vaya a saber con quién. Tal vez -por qué no-, se haya tratado de un acto de "autopersuasión" personal; tal vez Víctor Hugo aún se levante sudado por las noches, luego de una pesadilla psuedoradical en la que se encontraba en una manifestación cantando la marcha peronista con los dedos índice y mayor bien altos, rectos, sin flaquear. Tal vez sea una propia bajada de línea que Víctor Hugo no se pronuncie a favor de este gobierno. Tal vez especular al respecto no sea lo importante en esta nota, por ende, continúo.
Para los oyentes de radio Continental que alivian sus mañanas, luego del repugnante programa de Magdalena Ruiz Guiñazú, con la voz de Víctor Hugo, seguramente les habrá resultado raro ver al solemne argentocharrúa por lap antalla chica y hacer la combinación de voz y rostro, luego de tantos años de costumbre puramente auditiva. No obstante, intuyo que a más de uno le habrá ocurrido que se quedó con ganas de más programa, luego de que el mismo llegara a su fin, con la nota de Papaleo, clavadas las 21 horas, 28 minutos. 
Ahora bien, es admirable que un profesional como Víctor Hugo Morales, quien en estos tiempos está teniendo su gran esplendor mediático, luego de su activa participación en apoyo de la nueva Ley de Medios Audiovisuales, tenga su espacio en el aire, llenando de contenido un hueco que, seguramente de no ser suyo, estaría a disposición de algún berretín sofochivesco o algo del estilo. Eso es algo que, si bien puede ser pequeño, resulta importantísimo para nuestros medios y, en particular, para nuestra tan bastardeada televisión. 
Esta nota lleva como título dos rótulos relacionados por un conector. Imagino que quedó claro la intención del primero, que hace relación al nuevo programa de Víctor Hugo. Ahora resta el segundo: la subida de bandera.
Retomando lo recién dicho, es loable de nuestra televisión que un periodista consecuente consigo mismo y de las capacidades que todos conocemos, tenga su espacio de reflexión y análisis político, en medio de tantos culos y esteroides. Pero a la hora de ir un poco más allá -y ahora hablo desde mi lugar como joven, parido hace poco nomás de la adolescencia e iniciado reciente en la temprana adultez- se nota a todas luces la falta de voces que sigue revistiendo los medios de difusión masiva. La pluralidad está condicionada a unos cuantos, entre los que varían los eternos vejestorios, los rídiculos y ridículas pendeviejos, los lamentables conventilleros y un par de periodistas sin canas que la juegan de progre, pero que a fin de cuentas no hacen más que paja profesional. En este punto, es absolutamente rescatable el papel que desempeña canal 7, la televisión pública, que de a poco va sembrando el terreno para abrir espacio a quienes, hasta el momento, siempre debieron esperar en la retaguardia. Pero no alcanza, eso es claro. 
La gran falta, la asignatura que tiene pendiente nuestra sociedad en muchos aspectos es la desnaturalización de la realidad en muchos ámbitos. Uno de ellos es el espacio de los medios y las figuritas repetidas que maman del mismo. 
Hay numerosos, numerosísimos medios alternativos que desarrollan su actividad hace ya muchos años, siempre críticos de esta realidad, aunque hoy se sienten más esperanzados ante la reconfiguración de la legislación nacional al respecto. Claro, hay que esperar que los plazos den lugar a que muchos de ellos puedan transformar lo que siempre han querido.
Hoy, mientras veía el programa de Víctor Hugo pensaba en lo mucho que necesita nuestra sociedad de la diversidad de puntos de vista, y en particular, del de los jóvenes. Los jóvenes que hoy son "cumbios", diletantes, vagos y kilomberos, se encuentran naturalizados como tales según la opinión pública que, dicho sea de paso, está regulada por los medios que nos venden el pensamiento que ellos creen pertinente. Jóvenes no son sólo los que hoy producen, crean, imaginan y luchan, sino que también lo son los jóvenes de ayer -parafraseando a una gran banda de los 70-, los que hoy, de a poco, comienzan a encontrar su voz de la mano de la democratización de los medios. Es que acaso este momento, a todas luces, puede significar el instante de un cambió histórico, estructural e idiosincrático, a 200 años de los jóvenes que fueron, en los inicios de esta Patria, los visionarios de una Nación muy distinta a como la dibujaron los sucesores del interludio que nos condujo al presente. Es que quizás, sea este el momento de la gran avanzada por una transformación cultural, sin generaciones excluidas ni marginadas, sino más bien, dejando el espacio a cada cual y, también, hasta puede que exista la posibilidad de combinación para ver luego qué resulta, al mirar el espejo. 
Esta es la bandera que hoy subimos, retomando, claro está, muchas otras que se vienen acumulando en el viaje de la historia: un lugar para los jóvenes, no sólo en los medios, en el acceso a la difusión de nuestra reciente cultura generacional; sino en todo aspecto, en la libertad de elección y, por lo tanto, en la igualdad de condiciones a la hora de elegir qué es lo que cada uno quiere hacer de su vida. Pues como dijo uno de los tantos jóvenes de ayer, que jamás será olvidado por ningún jovencito del porvenir: "...aquí está una de las tareas de la juventud: empujar, dirigir con el ejemplo la producción del hombre del mañana. Y en esta producción, en esta dirección, está comprendida la producción de sí mismos."

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